Mensajes del viento


Isidro Alvarez – La Mojana, Sucre – Sucre

El viento se mostraba con el aleteo del colibrí, sus alas alertaban el desespero, el colorido alumbraba la oscuridad de la sala y el pico taladraba las paredes de la prisión. Su anuncio era esperado, el mensaje enviado desde el norte era contundente, los hielos se corrían en pedazos, sus formas gigantes, prehistóricas y deslumbrantes desaparecían, las aguas cobraban su aspecto y el humo se expandía en el silencio.

Ahora, en el polo norte, la arena abre sus brazos y se combina con el calor; las focas y los pingüinos trasponen su mundo y mutan sus aspectos. El blanco color de la nieve desaparece, la tierra abre sus grietas y las señales de la extinción son descubiertas. A lo lejos, hacia el sur, canta el carrao, presiente el dolor de sus hermanos y llora con nostalgia; sus lágrimas son derramadas para mojar el desierto y recordar su hábitat: aquel espacio de verdes pastizales, cubierto de aguas morenas, ríos mansos endulzados con el polen de las flores, que en colchones y con las brisas del invierno recorríansus límites.

Aquí, como en el norte, todo ha cambiado: las especies primigenias ya no saltan en las canoas, el resuello del chigüiro no se escucha, el revolotear del pato yuyo solo es una ilusión y los corrales blancos de caza que solían armar las garzas son sólo cuadros pictóricos colgados y embargados por la aflicción.

El agua, elemento vital, se evaporó; la actitud dañina del hombre cambió el aspecto de sus fuentes; ahora los caños son corrientes de desechos. En ellos se levantan torbellinos de insectos con aguijones filosos y seres extraños deformados en el tiempo.

Los pocos hilos de agua están atestados de sustancias venenosas, infectadas y malolientes… y en sus orillas de barrancos deshidratados se escucha el eco, la voz triste de los abuelos, el llanto de los niños, el canto de la gualdivia y el silbido apocalíptico en los mensajes del viento.


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