EL PORQUÉ Y EL PARA QUÉ DE LOS TÍTERES EN EL PREESCOLAR


O LA MAGIA ANCESTRAL Y EL TEATRO DE TÍTERES

Por: Antonio J. Gómez A.

Alguna corriente sicológica (¿antropológica?, ¿antropolizante?) analogiza la infancia del ser humano con la infancia de la humanidad. Es probable.

El primitivo habitante de la tierra, en la prehistoria (paleolítico, mesolítico, neolítico, edad de bronce y del hierro) el hombre, descubría el mundo, la naturaleza, de la cual formaba parte. Su supervivencia, en condiciones salvajes, no se distinguía para nada de la de cualquier otro ser vivo, por lo cual era disputada en confrontaciones animales.

El niño, al nacer, a diferencia del primitivo, llega al mundo y lo va descubriendo, con múltiples facultades mentales acumuladas en su psiquis; facultades que el primitivo fue labrando, elaborando a lo largo de miles de años en su lucha por la supervivencia lo cual provocó el desarrollo de los instrumentos de producción de bienes materiales para su manutención orgánica y de bienes culturales, así como facultades mentales que le permitieron muchos miles de años después el desarrollo científico.

Todo este desarrollo se dio en virtud de la organización social jalonado por el devenir histórico. En lo cultural y artístico la lucha diaria por sobrevivir se reflejó en las impresiones pictóricas de la cultura auriñaciense, plasmada en la gruta de Aurignac, en Francia; la coetánea, en la región francesa del Perigord, en la riquísima y esplendorosa gruta de Lascaux, y en la cueva de la Madeleine en Tursac, Dordoña. Todo esto entre los catorce mil y nueve mil quinientos años antes de nuestra era. Estos trazos se fueron estilizando en los jeroglíficos, consignados en los petroglifos que dieron origen a la escritura.

¿Podrá hacerse una asociación entre estos dibujos de trazos toscos y burdos con el desarrollo de la motricidad gruesa en el niño de dos y tres años que poco a poco se va estilizando en sus dibujos hasta la aprehensión de la escritura?.

De igual manera tanto el nomadismo como la vida sedentaria al descubrir la agricultura del hombre primitivo, víctima de las inclemencias del clima impresionado y asustado por los fenómenos físicos (relámpagos, rayos , centellas, diluvios, sol, etc.) que no podía explicarse, atónito y alucinado por la diversidad de animales gigantescos, corredores o reptantes de los cuales se sentía amenazado, encantado por los caudales de agua y los torrentosos ríos y cuya única explicación la atribuyó a seres super poderosos parecidos a él y que poco a poco fue configurando los grupos sociales y el lenguaje oral, en tribus, clanes, etc., las mitologías.

Los ritos o ceremonias religiosas que se fueron consolidando y sistematizando en tiempos de cosecha o en eventos astronómicos significativos, que se fueron enriqueciendo con presentaciones dancísticas y muñecos animados cuando el shaman, brujo o sacerdote dotó de movimiento los tótems para otórgales una mayor majestuosidad y magnificencia; los estudiosos afirman que aquí apareció el títere que se define como un muñeco animado, dotado de movimiento; el descubrimiento del lenguaje, fundamental para la cohesión social de los diversos grupos humanos y la aparición de los mitos que se fueron evolucionando en la tradición oral, permitió que haya llegado hasta nosotros todo ese rico acerbo de leyendas ancestrales. Todo esto, al desarrollarse a lo largo 15, 20 o 25 milenios, constituye los ancestros culturales de las grandes y pequeñas civilizaciones conocidas en nuestro medio como indígenas y que se proyecta hasta nuestros días.

El adulto actual aún posee vestigios de esa magia ancestral gracias a lo cual es suceptible de ser seducido por fenómenos o experiencias fantásticas, fantasmagóricas u oníricas. En el niño esta magia ancestral está más a flor de piel y constituye su espectro mágico, espacio que el adulto y el entorno va atiborrando de información real, no precisamente transformando e hibridizando esa magia con la realidad sino convirtiéndola en ruinas para edificar allí las “sólidas” estructuras morales y académicas que en vez del desarrollo de sus facultades mentales lo que busca es desarrollar las competencias y las habilidades técnico-manuales, para formar un adulto funcional.

Esta buena dosis de magia ancestral del niño es el punto de encuentro empático entre el infante y el teatro de títeres. El mundo de los títeres es lejanamente asociado por el niño en lo más profundo de su psíquis al antiquísimo mundo primitivo de la infancia humana. Es esto lo que permite que un muy bien elaborado espectáculo de teatro de títeres sea disfrutado por la primera y la segunda infancia y que el adulto igualmente sea seducido por esta vivencia.

El proceso educativo del niño preescolar, de la primera infancia, es vital para el desarrollo social. Es en este segmento donde se configuran los buenos o no sanos hábitos. La pedagogía infantil no considera la exploración del mundo mágico que subyace en los más profundos y recónditos vericuetos de la psíquis infantil.

Al mundo de fantasía del niño, solo se accede mediante la fantasía. No es la “fantasía” producto del derroche electrónico sino de la que se desprende del talento humano que en última instancia es el resultado de la acumulación de la creatividad artística que se viene desarrollando desde los confines de la historia. El teatro de muñecos al instalarse en la ancestralidad del infante puede comenzar a consolidar una amalgama de fantasía y realidad.

Así, los títeres en la primera infancia tienen una extraordinaria aplicabilidad desde la más temprana edad en el desarrollo psíquico del niño. Aparte de la terapización de los miedos ancestrales, desde el nacimiento el muñeco-títere puede contribuír en la etapa final del proceso de mielinización (recubrimiento de la mielina del sistema nervioso central) pues es un excelente medio para el desarrollo de la atención visual y auditiva lo que permite durante los tres primeros meses de vida, completar este proceso de mielinización.

En el desarrollo del balbuceo hasta llegar al lenguaje articulado, así como en las experiencias de adquisición del hábito de lectura son otras de las positivas aplicaciones de los títeres.

Así, a través del teatro de muñecos es posible zahoriar o escudriñar en la ancestralidad del niño con las leyendas de la tradición oral escenificadas con títeres insertando en ellas vocablos de la lengua chibcha para nuestro caso y a partir de esta vivencia a través del teatro de muñecos desarrollar un programa sistematizado de promoción de lectura literaria y de otras actividades artísticas expresivas.


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