Por: Antonio J. Gómez A.
El binomio títere-cultura es un binomio fantástico en el mejor sentido de Gianni Rodari, el italiano autor de la GRAMATICA DE LA FANTASIA.
Cuando se grafica el término TITERE se refiere al muñeco susceptible de cobrar vida mediante el accionar directo de las manos del ser humano, quien le da dimensiones humanas, ya sea éste un docente, un recreador o el propio artista titiritero.
Aunque la cultura contenga al títere, es éste un elemento importantísimo en el desarrollo y dinamización de ésta.
Según los investigadores, el origen de los muñecos articulados se remonta a la práctica de los ritos religiosos antiquísimos en algunos de los cuales, el sacerdote, brujo o shamán, para magnificar la simbología del tótem, dotó a éste de movimiento, valiéndose para ello de algún artificio.
Las excavaciones realizadas en las ruinas de la floreciente civilización griega o la misteriosa egipcia, dan cuenta de la presencia significativa de muñequitos articulados, similares a los títeres de hilo, fabricados con huesos, y que tal parece se manipulaban ya con hilos, ya con varillas. Al parecer eran utilizados en representaciones muy privadas; el tamaño y otros detalles así lo demuestran.
En civilizaciones más lejanas en el tiempo y en el espacio para nosotros, como la India y la China, han dado muestras del uso prolífico del títere como espectáculo o elemento ritual. Qué no decir de las populares «Sombras Chinescas» oriundas de la isla de Java que parecen ser el primer espectáculo público de muñequería, además, por su naturaleza, los primeros muñecos en contar con escenario propio.
Los espectáculos iniciales de sombras se realzaban en cuevas o cavernas de gran magnitud, a las cuales se invitaba al público a seguir. El manipulador de las figuritas templaba una membrana transparente en la entrada y aprovechando la luz del sol proyectaba la sombra de aquellas sobre ésta. Esta forma de espectáculo se popularizo en la China y tendió a Occidente. También en Oriente, en el archipiélago nipón surgió un muñeco de gran formato y de manipulación a la vista por tres titiriteros, que accionaban cabeza, manos y pies, llamado “bunraku”. Los muñecos hasta aquí reseñados constituyen la prehistoria del arte de los titiriteros.
Junto al teatro, crece y se desarrolla posteriormente el teatro de fantoches; mezclado con éste, participan las farsas y los eventos carnestoléndicos. Las ciudades del norte del mediterráneo se ponen en las manos de los juglares, trovadores, saltimbanquis y toda suerte de cómicos callejeros. Los mismos, posteriormente, pasado el medioevo en lo que se conoce como el renacimiento, constituyeron junto a los actores de la comedia erudita, el famoso movimiento de la comedia del Arte, de cuya herencia los títeres toman los caracteres más importantes y de los cuales se hará referencia más adelante.
Fue quizá la iglesia católica quien puso fin al libre albedrío de los títeres y al libertinaje de los fantoches, al ponerlos a su servicio en su empresa evangelizadora en el medioevo. Lo que ya se había logrado con el teatro casi se va a traste con los títeres pues la naturaleza farsesca, lasciva y concupiscente del títere transformó en la cara de los feligreses la mueca de dolor en gesto de sonrisa y gozo.
Mientras que el teatro con actores, inicialmente monjes solamente, aportó en su campaña evangelizadora una instituible ayuda pedagógica para fijar en lo más hondo de la siquis el mensaje cristiano, el teatro de muñecos comenzó a reversar este proceso, transformando, como ya se anotó, el rictus de dolor en gesto de alegría; pues mientras un actor, debidamente ataviado llamaba a compasión y se constituía en la imagen de Jesús, el muñeco debidamente ataviado y aderezado era su caricatura.
Pronto la iglesia intuyó esto y destinó los títeres a representaciones masivas, hasta de doscientos muñecos por ejemplo, que no comprometieran la dignidad ni solemnidad de los más importantes personajes bíblicos, ni la veracidad de sus enseñanzas. Con el renacimiento, los títeres se afianzan en evolución, se independizan de su concubinato con el teatro de actores e inician su propio desarrollo.
Retomando la herencia de la comedia del arte y definiendo las técnicas, en Italia se populariza POLICHINELA, de cuyas características surgen PUNCH en Inglaterra, KASPER en Alemania, KARAGÜEZ en Turquía, y el títere de guante o GUIGNOL.
Derivado del títere de varilla, el títere de guante debe su apelativo de guignol a un famosísimo personaje francés llamado JUAN SIFLAGIO GUIGNOI, creado por LAURENT MOURGUET en el siglo XVIII y que vio la luz más exactamente en el año de 1793 en la provincia de pañeros de Lyon.
Muy poco se sabe de muñecos animados entre los aborígenes americanos. Los españoles que heredaron por fuerza napoleónica al popular guignol lo trasladaron a estas tierras, constituyéndose en uno de los pocos buenos aportes ibéricos al continente.
A pesar de las tremendas posibilidades del títere como motor del desarrollo cultural, social y artístico, su desenvolvimiento como arte ha sido muy difícil.
En próximas entregas se profundizará un poco acerca de las relaciones niño-títere, maestra-títere, títere-titiritero, etc, etc, para poder entender la magnitud fantástica del binomio títere- cultura.