Del oficio de los títeres y de la profesión de titiriteros


Por Antonio J. Gómez A.

El oficio de los títeres, por no ser una actividad inserta en el complejísimo engranaje económico-social y superestructural, no es institucional. Sin embargo, el oficio existe y la profesión de titiritero también; pero, vaya paradoja, la profesión de los títeres no.

El títere tiene cada vez más aplicación en diferentes actividades de carácter social. Corresponde a los profesionales del oficio explorar esos campos de aplicación.

“El Títere es un muñeco elaborado de cualquier material y movido mediante algún artificio” reza una de sus definiciones clásicas. El requisito ‘sine qua non’ es que el ser humano intervenga directamente en su movimiento accionando unos hilos, unas varillas o convirtiendo parte de su cuerpo en el cuerpo del muñeco. Por esto el títere es un personaje, un ser vivo que siente, que sufre, que ríe, que ama; fuera del escenario desconectado del ser humano, no es más que un muñeco común y corriente. Toma trascendencia humana, se humaniza, cuando cobra vida por la acción de las manos de titiritero. En consecuencia quedan descartados como títeres los muñecos de cuerdas, mecánicos o de baterías. De igual modo los computarizados o ultra sofisticados que se puedan inventar en un futuro, porque el títere en su naturaleza profunda contiene al ser humano, que es quien le elabora y le infunde aliento de vida.

Por ser él quien es, tiene cabida en múltiples actividades sociales como cualquier personaje, y mucho más si se quiere, porque en su naturaleza de títere está implícita la fantasía, lo cual le permite alcanzar niveles o dimensiones a los cuales la figura del ser humano no tiene acceso. Sin embargo, la actividad de los títeres no es institucional. Existe el oficio de los títeres, la profesión de titiritero, más no la profesión de los títeres; ésta hay que hacerla. Aquí se disuelve el dilema de quien fue primero, ¿la gallina o el huevo?; para nuestro caso, es primero el profesional que la profesión. Aquel tiene que hacer su profesión. Pero antes que el profesional está el artista. El arte en general no se enseña en universidades, ni en liceos, escuelas o academias, el arte se aprende explorando y desarrollando el talento creador, el talento artístico, la creatividad, la escuela o academia le provee al artista las técnicas, los medios. Si no hay talento, creatividad, no hay profesional del arte y si no existe éste, no hay profesión; cada artista la hace.

Como cosa irónica, la profesión tiene unas perspectivas inconmensurables. En este mundo de libre mercado, del dejar hacer, dejar pasar, de la oferta y la demanda; los titiriteros tienen un mercado infinitamente inagotable pue son los niños (primordialmente). Y para más ironía, en este medio en que la publicidad es básica en la modificación de conductas del consumidor, este artículo artístico de primera necesidad ­espiritual lo único que requiere es programación, pues aquí para nada se necesita lo que eufemísticamente la publicidad denomina “el efecto de demostración”.

Basta que el espectáculo esté bien elaborado y que el niño quede satisfecho, pues él volverá cuantas veces pueda consumir incluso el mismo espectáculo, sin fatigar­se. Éste mercado no se satura nunca y paradójicamente resiste toda la competencia pues ésta redundará siem­pre en beneficio de la profesión misma, el crecimiento de los grupos y del enriquecimiento del artista titiritero.

La profesión del titiritero, por otra parte, tiene un in­menso espacio en la pedagogía infantil, en la cual el tí­tere por sí mismo puede constituirse en una metodología de enseñanza total; pero, otra paradoja, los títeres en las escuelas de formación de docentes son sólo un ca­pítulo de materias tales como ayudas educativas, audiovisuales o de literatura. En los tratamientos sicoterapéuticos se conocen experiencias con niños hiperquinéticos, con problemas de aprendizaje y hasta con ni­ños autistas.

Un artista de los títeres además de un bagaje cultu­ral, mínimo, debe tener conocimientos suficientes de si­cología, sicoanálisis, pedagogía, sociología, etc., etc., que le permitan aplicar su profesión a diferentes tareas sociales. Estas materias necesarias en el rol social del titiritero, son además complementarias de su forma­ción. Las esenciales son las relativas a las artes plásticas, la dramaturgia, la expresión corporal, la educa­ción vocal, educación musical y técnicas de manipula­ción. Todas éstas, las complementarias y las esencia­les, son tan sólo para desarrollar el tanto creador, mate­ria prima del artista titiritero.

El arte de los títeres exige en nuestro medio un pro­fesional polifacético. Existe en estos países (tal vez a excepción de Argentina), las especialidades; ha de ser dramaturgo, artesano, luminotécnico, sonidista, mani­pulador, etc. Amén de ser indefinidamente, estudioso, investigador, experimentador. Ser artista, es un proce­so de nunca acabar.

Según las Sagradas Escrituras, el Dios de los cris­tianos de la nada creo el mundo en siete días; por otra parte la economía se define como “la ciencia de la escases”. El artista es un híbrido entre Dios y Economista, pues partiendo de mínimos elementos debe crear un mundo, el del espectáculo de muñecos.

¿Existe en este medio el oficio de los títeres? es in­dudable que sí, se ven en actividades de recreación, en las aulas de clase, existen grupos de títeres y por ahí deben estar asomados a una que otra actividad. Pero, ¿son profesionales quienes en estas áreas estratitiriteras trabajan los títeres? Veamos: los recreacionistas titiriteros, son recreacionistas; los docentes titiriteros, son pedagogos; los grupos de titiriteros empleados, son, salvo contadas excepciones, funcionarios, el empleo mata al artista generalmente. El artista titiritero profesional, como buen artista, debe ser independiente, libre como ave al vuelo, sin ataduras, sin condicionamientos, para que tenga libertad de creación, de búsqueda, de experimentación, de investigación; para que busque los mejores caminos de empujar su profesión hacia adelante, para que le abra espacios. Artista que se estanque, retrocede, se devuelve. Titiritero que no desarrolle su profesión le presta un flaco servicio a ésta; mejor que no lo siga siendo.

Si esto es válido, creo, con profundo respeto por los hacedores de títeres, que en nuestro medio no existen titiriteros profesionales en toda la dimensión. Algunos grupos que se han mantenido por años se han sostenido alrededor de la sociedad conyugal de una pareja de titiriteros; es decir son más pequeñas empresas familiares que grupos profesionales propiamente dichos, en las cuales se prolongan las relaciones que se dan al interior de la sociedad conyugal. Por lo regular, allí no existe libertad de criterio, de iniciativa ni de creatividad, como debe darse en un grupo compuesto por profesionales. Además, un elenco con proyectos profesionales debe configurarse como una empresa y las empresas de títeres no tienen sentimientos afectivos, sino económico-sociales.

Por su parte, las experiencias de espectáculos unipersonales como los titiriteros solistas tienen también cuestionada su profesionalidad pues al no existir discrepancias ni confrontación de criterios conceptuales y artísticos, el espectáculo limita su crecimiento. Finalmente, sobre esto de los grupos, cuando dependen del número de funciones que le puedan adjudicar las entidades oficiales de cultura, como en el caso nuestro, estas agrupaciones, amén de entrar en una desgastante disputa con otras agrupaciones de entre­tenedores, van paulatinamente a la ruina como grupos y con ellos la profesión. Como grupo, porque los honorarios pagados por estas entidades son cada vez me­nores por razones presupuestales, y la profesión, porque la programación sistemática de espectáculos titiriteros sin ningún costo para la ciudadanía, malacostumbra a ésta a no reconocer que el trabajo de los artistas titiriteros tiene un precio, un valor económico, y en gran parte, a esto se debe la asombrosamente escasa asistencia a espectáculos por taquilla.

Artistas titiriteros si los hay, muy pocos desafortunadamente, y peor aún, algunos de ellos se han estancado manteniendo por años el mismo montaje, sin producir nada nuevo por largos períodos. Los poquísimos han tenido que dedicarse a hacer teatro, a dictar talleres, o actividades lejanamente cercanas a los títeres como las artesanías o la juguetería en madera. Profesionales a carta cabal, no los hay. ¿Artistas aún quedan, quedarán?


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