Consecuencias negativas de la mala redacción de los docentes


LA MALA REDACCIÓN DE LOS DOCENTES Y SUS CONSECUENCIAS NEGATIVAS A NIVEL PROFESIONAL Y PERSONAL

Por: Antonio J. Gómez A.

«LORO VIEJO, NO APRENDE A HABLAR», dice un refrán muy popular; podríamos agregar que tampoco aprende a escribir. Otro adagio muy conocido reza «ARBOL QUE NACE TORCIDO, NUNCA SU TRONCO ENDEREZA».

Todos lo refranes, se coligen de eventos prácticos de la vida cotidiana; forman parte del cúmulo cultural literario de las comunidades. Desde el punto de vista del lenguaje, son eventos pragmáticos, pues casi siempre para que tengan aplicabilidad hay que tener en cuenta los contextos socio-culturales en que se pretenden aplicar.

Sin embargo, haciendo abstracción a estos contextos y desde el punto de vista de la comunicación, aplicando el «principio de cooperación» expuesto por Grice como «el motor social que hace funcionar la maquinaria lingüística, de modo que sirva razonablemente bien para la comunicación», el primer refrán aplica en un 90% a la máxima de cualidad, o de verdad, de las cuatro que Grice asegura componen este principio de cooperación. Por su parte, el segundo dicho aplica tan sólo a un 50% de la mencionada máxima. Para el caso de «loro viejo» es casi totalmente cierto que después de viejo no se pueden cambiar los hábitos, las costumbres o las manías y los resabios que nos han caracterizado durante toda la vida.

Es posible que ante la amenaza de consecuencias catastróficas una persona renuncie a sus costumbres gastronómicas o a un vicio como el alcohol o el cigarrillo; pero si tiene un buen margen de posibilidades; en cambio, para el caso del segundo refrán, sí es posible rectificar la desviación que se pueda presentar en la conducta social de un individuo, si a tiempo se aplican correctivos.

Para el caso que nos ocupa como tema central del presente ensayo y dada la aplicabilidad de los refranes citados, es preciso señalar que la sicología y por supuesto la pedagogía tienen mucho que ver en este fenómeno. En primer lugar, el ser humano desde que nace empieza a desarrollar procesos de introversión y extraversión. Los primeros se reflejan en la inhibición y en actitudes retraídas frente a un conglomerado social o en las relaciones interpersonales. Los segundos, al contrario, son los que le permiten al individuo un desenvolvimiento seguro en sus relaciones sociales y por supuesto en su desarrollo social.

El sistema educativo colombiano nunca atiende a estos aspectos, a nivel oficial o privado. En primer lugar porque la tendencia curricular, atendiendo a la naturaleza individualista de este modelo social, no considera el trabajo académico como una actividad grupal, cooperativa, salvo en talleres pedagógicos extraordinarios y también estimula la competencia individual en la consecución de las notas.

En segundo lugar porque no fomenta actividades de expresión que confronten al alumno con el público como las artes escénicas, musicales o literarias, como los recitales poéticos, de narración oral o de lectura en voz alta y los festivales de escritura. La práctica de estos acontecimientos expresivos corporal y vocalmente permitiría a los educandos el control de sus nervios, la adquisición de presencia escénica, de una buena expresión vocal y gestual, amén de una buena entonación y por supuesto de seducción con su oralidad. Esto en cuanto tiene que ver con la redacción oral.

La redacción escrita, corre paralela a la anterior. En ésta, en el texto gráfico, se podría parafrasear un pensamiento chino que reza «el que no lee, no tiene derecho a hablar», con la frase «el que no lee no tiene nada que decir oralmente o por escrito». Aparte de esto, de que la lectura tiene un nivel bajísimo en nuestro medio, la escritura como hecho social no existe. Ya no se escriben cartas de amor o de amistad o tan sólo de comentarios familiares, cotidianos.

Finalmente, los medios electrónicos, aunque pudieran ser un buen medio para el desarrollo de la expresión y la redacción de textos, facilitan tanto la comunicación que no incentivan la creatividad textual, sino que la restringen a su mínima expresión.

¿A dónde llegará el deterioro del lenguaje escrito?


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