Conflictos que afectan a los estudiantes (1/2)


CONFLICTOS QUE AFECTAN EN LA ACTUALIDAD A LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS A LA HORA DE ESCRIBIR Y HABLAR

Por: Antonio J. Gómez A.

La joven estudiante de licenciatura en preescolar, en desarrollo de una clase de literatura, pasó frente al grupo a realizar una exposición literaria en la cual debería referirse a la vida y la obra de Rafael Pombo y de ésta escogió su famosísimo texto «RIN, RIN RENACUAJO» que pensaba animar en su exposición oral.

En medio de uno que otro titubeo y auxiliada por una hoja de papel en la cual llevaba los apuntes más relevantes del tema y que consultaba con frecuencia, la estudiante, evidentemente presa de los nervios, amén de la inseguridad demostrada por la falta de dominio temático, trataba de desembarazarse de aquel compromiso de la exposición. Terminada ésta, fue acorralada por una lluvia de preguntas tanto de sus compañeras y compañeros de clase y del profesor de la materia.

Sudó copiosamente, tomó aire, pidió que la esperaran un momento para reponerse; algunos de sus compañeros se rieron de su situación, otros la compadecían. Ella se recompuso un poco y anunció animar el lúdico poema de RIN, RIN RENACUAJO:

Echó una rápida mirada al papelito guía y manoteando, con el sonsonete que otrora declamaba en la escuela, comenzó a tartamudear el texto (Rin, rin, renacuajo….) y a hurtadillas, quizá como lo haría en la escuela, le echaba un pasón de ojo al papelillo y corrigió («El hijo de rana, rin, rin, renacuajo, salió esta mañana muy fresco y cascajo»)(RISAS DEL GRUPO Y CORRECCIONES) miró de nuevo el papel para refrescar la memoria y pegó un carrerón verbal en el cual dado el titubeo atropellaba las palabras (“muy tieso y muy majo, con pantalón roto, corbata hasta el codo, un sombrero hinchado y chupo de bola)(NUEVAS CARCAJADAS DEL GRUPO Y MOLESTIAS DEL PROFESOR) hasta que, exasperados los ánimos del auditorio, el profesor le pidió que se sentara.

La joven estudiante entre risas y gimoteo nervioso, se sentó. Algunas de sus compañeras, con sevicia y alevosía, le decían «hay mamita le fue mal»; otras más condescendientes le tranquilizaban, «fresca que no estuvo tan mal» y ella sacudía los hombros.

Tocole el turno a un muchacho como de 28 años, quien seguramente se acordó tarde que era mejor estudiar y como era tan vago y tan malo para los números, las fórmulas, los enlaces y los desenlaces, se matriculó a estudiar preescolar pensando que aquello era «mamei» y que su tío politiquero, le conseguiría puesto en un preescolar del gobierno.

Con cierta frescura que llegaba a rayar en la desfachatez, se paró frente al grupo, sacó un arrugado papel de un bolsillo de atrás, lo ubicó sobre la mesa, trató de plancharlo con la mano y anunció una exposición sobre la importancia de la literatura en el preescolar, con una deplorable vocalización y una peor expresión gestual, pues sus brazos parecían víctimas de convulsiones epilépticas y su cuerpo como si estuviera beodo.

Terminada la «exposición temática», que más que exposición fue una explosión descontrolada de fragmentos y trozos textuales incoherentes, en desarrollo de lo cual terminó haciendo trizas el papel del cual leía constantemente, fue detenido por una avalancha de preguntas de sus compañeros y compañeras de clase ante las cuales él tan sólo respondía «que va, que va, a mí eso no me tocaba investigarlo» o «ya, ya, no se pongan intensos» o simplemente se reía y manoteaba como rechazando las preguntas.

Anunció seguidamente que les cantaría con su guitarra, algunos fragmentos de coplas infantiles. Tomó el instrumento y dijo que lo iba a afinar. Comenzó el proceso y pasados 10 minutos se le reventó una cuerda y dijo que cantaría a capela. Comenzó a cantar con una voz destemplada, con un tufo de trago trasnochado, del cual algunos compañeros ya tenían conocimiento y como el papel copia roto ya estaba en el suelo, terminó tratando de improvisar los textos de las coplas.

Aquello en vez de una exposición fue una avalancha de frases mal cantadas, de interrupciones para justificarse («si a la guitarra no se le hubiera reventado la cuerda, yo lo hubiera echo mejor»). Todos y todas soltaron la carcajada y él con una frescura que rayaba en la desfachatez, se sentó sacudiendo los hombros.

CONTINUARÁ…


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